
TU HUERTA ECOLÓGICA
La auto sustentabilidad alimentaria consiste en producir nuestras propias hortalizas en casa, ¿por qué hacerlo si la mayor parte de los productos que consumimos los podemos encontrar en los supermercados? Los alimentos que solemos consumir a diario han pasado por etapas de producción en lugares donde se les aplican sustancias para un mejor desarrollo y obtención de una mayor cantidad de productos. Muchas de las hortalizas que consumimos fueron regadas con aguas negras o recibieron aplicaciones de plaguicidas y herbicidas químicos, los cuales dañan nuestra salud debido al proceso de bio-acumulación que existen en todos los organismos vivos.
Seguramente te preguntaras ¿qué tan difícil es ser autosustentable? Lo único que se requiere es un espacio ya sea jardín, azotea o balcón y muchas ganas de hacer las cosas pues la inversión inicial no es tan alta como muchos piensan.
Si la idea es comenzar con un pequeño huerto es importante que sepas que se requiere como mínimo 3 metros cuadrados por persona para la producción de hortalizas. Lo cual no es un área muy grande y en ella se puede producir tomate, pepino, cebollas, vegetales, lechugas entre algunas otras hortalizas. Existen varios tipos de huertos desde los muy sencillos utilizando cajones de madera al aire libre hasta los que se encuentran dentro de un invernadero. Vos ¿cuál te animas a producir?

Hace 25 años el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) en conjunto con el Ministerio de desarrollo Social lleva a cabo el programa Pro Huerta, un programa de políticas públicas que promueve las prácticas productivas agroecológicas para el autoabastecimiento, la educación alimentaria, la promoción de ferias y mercados alternativos con una mirada inclusiva de las familias productoras..
Pro Huerta promueve el uso de técnicas amigables con el medio ambiente, el aprovechamiento de recursos locales y el uso de tecnologías apropiadas que mejoran el hábitat y la calidad de vida de las familias productoras, de todo su entorno y de toda su comunidad.
Silvana Mariani, ingeniera agrónoma y coordinadora del programa Pro Huerta de la provincia de Córdoba, explica cuáles son las actividades que realizan desde la coordinación: “Nosotros nos encargamos de la verificación, realización de las actividades de acuerdo a la planificación anual del programa, ejecución de presupuestos y gestión y trabajo con proyectos que tienen que ver con el programa de seguridad alimentaria. También ayudamos en la búsqueda de fondos para las herramientas que se necesitan para tener una huerta, para la realización de invernaderos, colocación de medias sombras, entre otras cosas, que requieren del aporte de otras fuentes de financiamiento que no puede brindar el INTA ni el ministerio”.
El programa aporta las semillas para todos aquellos que quieran tener una huerta familiar o para los pequeños productores. Pueden ser adquiridas tanto para autoconsumo o para la venta en ferias o donde se elija.
Pro Huerta entrega el título gratuito de semillas y brinda capacitaciones, porque cada cultivo tiene requerimientos específicos. Según Silvana “Hay que tener en cuenta la cantidad de miembros de la familia y pedir de acuerdo a eso. La planificación hace que uno no siembre de más, entonces también promovemos la siembra desde un cálculo de lo que se va a consumir, si es para auto consumo, para no hacer de más y también de manera escalonada para que pueda tener producción durante mucho tiempo”.
En cada lugar hay promotores voluntarios a los cuales se les puede hacer la demanda, ya sea desde las escuelas, los municipios, los centros de jubilados, etc. Desde el INTA hacen hincapié en que “sembrar hace a la salud del sistema porque evita que se transforme en un monocultivo”, además afirman que desde la alimentación es importante la variedad.
“En la producción agroecológica no se aplica ningún tipo de producto de síntesis química, es absolutamente natural, se trabaja con el fortalecimiento de la fertilidad de suelo a través de la producción de compost - fertilizante compuesto de residuos orgánicos, desechos domésticos, hierbas, deyecciones animales, tierra y cal - y el manejo del sistema, las rotaciones, la biodiversidad, las asociaciones para evitar los problemas y preverlos para que no se convierten los insectos en plagas o bacterias”, explica Mariani.

Hay distintas instituciones que se familiarizan con el programa pro huerta, entre ellas las escuelas que fomentan la huerta agroecológica.
Desde el INTA se realizan charlas para asesorar y acompañar en el armado de las huertas y además se llevan a cabo proyectos específicos que a la institución le interesa. Uno de ellos es el proyecto llamado Aula huerta - Aula abierta desde el cual se capacita a los docentes, se trabaja todo lo que es seguridad alimentaria a través de la música, el juego, la lectura que tiene que ver con lo que el docente hace en el aula y a partir de ahí filtran la producción de alimentos de manera saludable. “La idea es que los chicos copien eso y generen la demanda a sus familias”, explica el INTA.
Además para corroborar que la producción de alimentos es saludable, se apunta a que la única forma de saberlo es que lo haya producido uno mismo y se trabaja con un sistema de certificación ética o participativa donde cada uno puede dar fe de lo que el otro está haciendo y como lo está haciendo.

Las diferencias que se pueden encontrar en la producción de cultivos agroecológicos de los demás son variadas, además de tener un bajo costo económico - ya que tener una huerta en tu casa no genera ningún tipo de gasto si es que requerís la semilla gratuita desde el programa provincial -, también es beneficioso en cuanto a la cantidad de nutrientes y en la conservación y duración del alimento.
“Cuando vos estas cortando la fruta o verdura ese cultivo tiene todo los nutrientes de su estado de madurez fisiológica, que no es lo mismo que un tomate cortado verde hace un mes, puesto en un cajón en una cámara que maduró a partir del paso del tiempo y llega a la verdulería mes y medio después. Un tomate cortado verde no tiene la potencialidad nutritiva que tiene un tomate que lo sacas de la planta y lo ingerís. Cuando vos los estas cortando es cuando esa fruta o verdura alcanza su máximo potencial nutritivo” aseguró la ingeniera coordinadora del programa Pro Huerta.
Todo esto también influye en la conservación del alimento, la cual puede durar más tiempo producida de manera agroecológica que arrebatada con fertilizantes. Mientras que la verdura o fruta orgánica podes conservarla en la heladera alrededor de una semana en buen estado; la no producida ecológicamente, al mismo tiempo, se encontrará en estado de deshidratación.
Además, el uso de fertilizantes nitrogenados aceleran la producción de los cultivos rápidamente y eso hace que en la cocción los nutrientes se conviertan en nitritos, los que pueden ser pre cancerígenos. “La fertilización hace que el crecimiento sea más rápido porque la planta lo absorbe rápidamente pero eso es a partir de una mayor cantidad de agua; entonces tenés más peso con mayor rapidez pero no mayor cantidad de nutrientes en ese alimento”, concluyó la ingeniera.
LA ECOLOGÍA DESDE LA HUERTA FAMILIAR
PROMOCIÓN DESDE LAS ESCUELAS
LA IMPORTANCIA DE LA HUERTA AGROECOLÓGICA
REGIÓN PAMPEANA:
la agricultura y los suelos
En Argentina, de las 60 millones de hectáreas con capacidad para desarrollar la agricultura y la ganadería, unas 34 millones se encuentran cultivadas y en producción. Sin las rotaciones adecuadas ni los niveles de reposición de nutrientes necesarios, la intensificación productiva registrada en la región pampeana y extra pampeana, la calidad de los suelos comenzará a verse disminuida.
Existen diversas posturas respecto a la agricultura argentina, las formas de producción y el uso de los suelos. Algunos agentes apuestan a favor de sistemas de producción tales como la siembra directa y el uso de agroquímicos – sustancia química cuyo ingrediente activo ha sido diseñado para que cumpla una función específica en el entorno agrícola (SENASA) –; mientas que otros, para los anteriores considerados “fundamentalistas”, insisten en una agricultura ecológica, libre de sustancias químicas denominadas a su favor “agro tóxicos”. La agroquímica ha permitido grandes avances en la productividad de la agricultura pero, por otra parte algunas de las sustancias que se introducen en el medio ambiente pueden resultar perjudiciales. Por estas razones en los últimos años se han creado estas dos corrientes contrapuestas nombradas anteriormente. Una intentando recuperar formas más tradicionales prescindiendo de los productos químicos en un sentido más o menos estricto y otra que intenta aumentar la producción aplicando los productos más avanzados e introduciendo organismos genéticamente modificados.
Los agroquímicos son sustancias ampliamente usadas en la agricultura, como los insecticidas, herbicidas y fertilizantes. El efecto de estos sobre el terreno sembrado se expande hacia el aire y con mayor perjuicio se instala en el agua, contaminando las napas subterráneas, los ríos y lagos, así como los alimentos cultivados en terrenos donde se utilizó. Por ello es que su uso debe ser riguroso y controlado. Cualquier tipo de exceso o violación a las reglamentaciones que existen sobre su aplicación puede ser dañino para el ambiente y la salud. Vale aclarar que no existe una Ley Nacional de Agroquímicos sino más bien una serie de decretos y normativas complementarias que lo regulan. Ante esto el SENASA trabaja para controlar y regular dicho rubro, pero ante la falta de información y educación sobre ello, existe una deficiencia en la aplicación de recursos y el uso/abuso de sustancias a la hora de cultivar.
El suelo es un recurso no renovable que precisa de un cuidado eficiente. Es la base de los sistemas de producción agrícola, ganadera y forestal y proporciona una amplia variedad de servicios eco sistémicos. A raíz del crecimiento poblacional y el desarrollo económico, se generan presiones sobre los suelos que conducen a un cambio en su uso. Según un informe de la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO), en la Argentina existen casi 50 millones de hectáreas afectadas por erosión hídrica o eólica en grado moderado o grave, que generan pérdidas de hasta 700 millones de dólares por año. Esto fomenta un replanteo productivo tendiente a la conservación de los recursos naturales. Investigadores del Instituto Nacional de Tecnología Agrícola ponderan a la siembra directa como un sistema productivo conservacionista. Concluyen que “la siembra directa, junto con una rotación de cultivos con alta frecuencia de gramíneas y una fertilización balanceada, crea las mejores condiciones para la captura de carbono, que se traduce en incrementos en rendimiento y en aportes de residuos al suelo”. El sistema de siembra directa, que ronda 28 millones de
hectáreas cultivadas en Argentina, mejora la infiltración del agua en el suelo, disminuir su evaporación desde la superficie y crear una condición que favorece la acumulación y conservación del agua en el perfil.

En el “Año internacional de los suelos” (2015) surgió la pregunta respecto de su fertilidad, es decir, su potencialidad para producir alimentos una vez cultivados. La fertilidad de un suelo está asociada a la cantidad de nutrientes que puede aportar a los cultivos. Al momento de llevarse a cabo las cosechas, junto con los granos, se extraen nutrientes como el fósforo y el nitrógeno, por lo que cuanto mayor sea la cantidad de producto que se obtenga de una siembra mayor será también la pérdida de fertilidad del suelo al concluir el ciclo. El creciente uso de fertilizantes, junto con todo un paquete de innovaciones tecnológicas que han aumentado los rendimientos y el avance agrícola sobre superficies antes no cultivadas, han llevado a que hoy se produzcan en la región una cantidad de alimentos alrededor de ocho veces mayor a la de cuatro décadas atrás.
En la siembra directa “lo que se hace es controlar químicamente la malezas para lo cual se aplican herbicidas” explica Josefina De Paepe, becaria pos-doctoral de CONICET en la Facultad de Agronomía de la UBA. La siembra directa, al hacerse sobre los residuos del cultivo anterior, reduce las posibilidades de erosión del suelo. Pero entre las posibles ventajas de la siembra directa, el aumento de los rendimientos no es una de ellas. El aumento en la productividad implica un deterioro de la fertilidad del suelo que, frente al aumento de las necesidades alimenticias, reclama continuar siendo compensado por la generación de nuevos conocimientos agrícolas.
Raúl Montalvo, vicepresidente del Colegio de Ingenieros Agrónomos de Córdoba explica que “el principal beneficio del uso de agroquímicos es lograr, mantener y elevar la producción de alimentos para una población mundial en constante crecimiento”. Respecto a la producción de alimentos en forma orgánica considera que “no alcanza los niveles de producción que actualmente obtenemos y contrastar la producción bajo este sistema con la demanda mundial de alimentos posiblemente nos arrojaría saldos negativos”.
“Los productos fitosanitarios son sustancias toxicas por lo que la principal contra de la utilización de los mismos es su manipulación. La misma debe ser profesionalmente manejada, la prescripción por parte de un Ingeniero Agrónomo garantiza las buenas prácticas, pero la manipulación por parte de productores y operarios capacitados es fundamental”, afirma Montalvo.

El excesivo empleo y uso de pesticidas, fertilizantes, herbicidas o demás agroquímicos lentamente deteriora el suelo, y por si fuera poco, la contaminación por el residuo que éstos dejan con sus envases incrementa aún más la problemática que hoy en día intenta combatirse con eco agricultura. Dicha alternativa que hace un gran aporte al medio ambiente e implica el no uso de agroquímicos. El INTA promueve una agroecología como desafío para el futuro. Si bien el enfoque agroecológico representa mejores oportunidades para la agricultura familiar, es una alternativa que no depende de la escala productiva o de una actividad. La Argentina hoy, de la mano de sus productores familiares, produce el 20% del producto bruto agropecuario, y son ellos el 65% de la mano de obra que genera el campo argentino.
La Matilde
“La Matilde” es un emprendimiento agroecológico ubicado en unas 60 hectáreas del Valle de Traslasierra donde hasta hace tres años había nogales abandonados, ganado disperso y ningún cultivo por la falta de agua. En 10 de sus hectáreas y con un rendimiento total de más de 45.000 kilos de alimento, la produce vid, frutales, olivos, nogales, hortalizas y pasturas, tiene reservorios para acuicultura e incorpora un tambo caprino.

Otro equipo que promueve la agricultura orgánica es el de Cooperativa San Carlos. Desde el 2011 la cooperativa incorpora una forma de producir verduras más sanas tanto para la salud del productor, la tierra y del consumidor principalmente, implementando técnicas agroecológicas utilizando productos naturales y técnicas de labranza con poco impacto ambiental y natural.
La producción agroecológica, apunta a la conservación de los recursos; al buen manejo de la tierra; a la distribución, combinación y rotación de cultivos; y principalmente el uso de productos naturales como insecticidas, fungicidas y fertilizantes. Incorporando salud a la tierra y a los cultivos, con la ayuda de abonos, fertilizantes (guano) de animales, como gallinas, vacas y conejos. Según estudios realizados por el Ing. Agrónomo Miguel Altieri la agroecología aunque puede aplicarse a escala, potencia la agricultura de los pequeños productores del mundo que ocupan el 20 % de la tierra, utilizan el 20 % del agua y el 20 % de la energía fósil y generan entre el 50 y 70 % de los alimentos que comemos. En contraposición, la agricultura industrial abarca el 80 % de la tierra, explota el 80 % del agua y el 80 % de la energía fósil y sólo genera el 30 % de comida, mientras el resto lo destina a biomasa.
Más allá de los beneficios ambientales de la producción agroecológica, su elevado precio en el mercado genera un obstáculo para el 5% de la población que opta por la alimentación orgánica como estilo de vida. El valor de frutas y hortalizas orgánicas llega a duplicar el precio de aquellas producidas con agro químicos. Esto sumado a la falta de información y educación que ronda sobre el uso de sustancias químicas que dificulta su control, implican un enorme desafío ambiental a futuro. Es importante que los consumidores entiendan que la alimentación es un acto político y ecológico. Y que el Estado tome riendas en el asunto para mejorar técnicas, controles y políticas.